Donar esperanza: mi compromiso con St. Jude
Para este médico cubano de Florida, St. Jude forma parte de su historia y su legado en Estados Unidos.

5 de agosto de 2025 • 1 mínimo
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Llegué a los Estados Unidos desde Cuba con lo puesto. No llevaba maleta, pero sí una enorme esperanza colgada del alma. Traía además una formación médica que, aunque todavía no me daba licencia para ejercer en este país, seguía latiendo dentro de mí con la misma fuerza con la que latió el primer día que vestí una bata blanca.
Los primeros momentos fueron una mezcla de vértigo y gratitud. Todo era nuevo. Todo era incierto. Entonces un día escuché hablar de St. Jude Children’s Research Hospital®.
Me hablaron de un hospital en Memphis, Tennessee, donde los niños con cáncer y otras enfermedades graves eran tratados mientras sus familias nunca recibían una factura por tratamiento, transporte, hospedaje ni alimentación. Un lugar donde la medicina no se medía en cifras sino en humanidad y donde la ciencia y la esperanza caminaban unidas.
Aquello me conmovió profundamente.
En esos tiempos no tenía ingresos estables, pero sí un corazón dispuesto y la convicción de que, incluso en la incertidumbre, uno puede sembrar siempre. Y así fue como hice mi primera donación. Pequeña, porque no disponía de nada, pero simbólica. Cargada de sentido. Lo hice como quien siembra una semilla creyendo que algún día crecerá y dará sombra a otros.
Aquel día también me hice una promesa de que cuando tuviera mi licencia para ejercer como médico en Estados Unidos, mi compromiso con St. Jude sería aún mayor.
Hoy, cuando miro hacia atrás, no pienso en lo difícil del camino, sino en esa pequeña decisión inicial de donar. Porque fue esa elección la que me sostuvo emocionalmente en los días más duros. A veces, cuando uno elige pertenecer a algo más grande que uno mismo, la vida te transforma.
Para mí, ser médico no es solo ejercer. Es servir. Es comprometerse con los que sufren, incluso cuando uno también arrastra su propio dolor. Por eso, St. Jude forma parte de mi historia, porque me dio una forma de seguir siendo quien soy, incluso cuando todo estaba por construirse.
Colaborar con esta institución no es un simple acto de generosidad. Es un compromiso profundo con la vida, con la ciencia, con la dignidad de cada niño con la esperanza de un mañana.
Como hispanos creo que hemos llegado a esta tierra de oportunidades, tenemos la responsabilidad de honrar nuestro camino. Nuestro legado no puede ser solo el del trabajo y el esfuerzo, sino también el de la generosidad, el de la compasión y el de la solidaridad.
St. Jude representa lo mejor del espíritu humano.
Por eso hago una invitación a enseñar a las nuevas generaciones que el verdadero éxito no se mide solo en logros individuales, sino en cuánto fuimos capaces de transformar el dolor ajeno en esperanza compartida.
