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Misión Posible: El Ejército de Adam Tiene la Mira Puesta en $1 Millón

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En una fresca mañana convertida en un día glorioso y soleado, Adam Cruthirds toma rápidamente un puñado de medicamentos y suplementos y sale a trotar hacia el centro de Memphis. Su marcha constante no haría pensar que sus caderas han sido reconstruidas y que su cuerpo aún sufre las consecuencias de las más de 1,000 dosis de quimioterapia recibidas.

Cuadra tras cuadra, Adam sigue adelante, acompañado por otros tres corredores. Aunque aferrado a su usual perseverancia, toma muy en cuenta los consejos de su entrenadora.

“No hay razón para esforzarse de más, no te excedas”, le había dicho Lisa Sanchez-Sullivan. “Vas a notar cuando sea momento de parar”.

Luego de correr tres millas, el grupo se detiene, aunque solo momentáneamente. Con St. Jude Children’s Research Hospital de fondo, posan para una selfie y emprenden el tramo de regreso.

Después de todo, de eso se trata esta carrera, de St. Jude. Adam ha pasado casi todo el año entrenando para eventos de resistencia a beneficio del hospital. En abril, corrió en el medio maratón del St. Jude Rock 'N' Roll Nashville, y dos meses después recaudó dinero andando en bicicleta a orillas del río Mississippi junto a otras personas que también apoyan a St. Jude. En septiembre, participó en la Caminata/Carrera de St. Jude.

Ahora llega su mayor reto hasta el momento: correr el St. Jude Memphis Marathon el 7 de diciembre.

Para Adam, que hoy tiene 22 años, estos eventos representan un tipo especial de resistencia, tanto física como mental. Forman parte de un esfuerzo maratónico, si se quiere, para recaudar dinero con el fin de pagarle simbólicamente al hospital que le salvó la vida.

Con ese fin en mente, Adam ha logrado mucho más que solo recaudar dinero. Ha reclutado todo un ejército: el Ejército de Adam, Adam’s Army como se lo conoce en inglés. En solo cuatro años, este grupo internacional de donantes ha generado más de $900,000 dólares en donaciones para el hospital.

La meta actual de Adam es llevar ese total a $1 millón. Ya sea que lo logre a fines de este año —que es su deseo— o para cuando cumpla los 26 y esté oficialmente curado, Adam sabe que lo logrará.

“Alcanzaré esa meta”, dice.

 
Abraham, paciente de St. Jude, jugando con un peluche.
 
 

Una enfermedad abrumadora

A nadie se le ocurriría pensar en el cáncer como un día en la playa, pero Adam lo describe elegantemente con esa metáfora. Salvo que en su relato hay también un “pequeño tsunami”.

Él dice que la vida antes de la enfermedad es como sentarse en la arena, disfrutando del sol y la vista del océano. De repente aparece el cáncer, en forma de una enorme y poderosa ola que envuelve a sus víctimas y las arrastra mar adentro, lejos de su vida pasada, arrojándolas de un lado para otro en medio de corrientes peligrosas.

“Y luego, después de todo eso, te vuelve a dejar recostado en la playa, pero con una vida diferente, una vida que no sabías que existía”, dice Adam.

 
Abraham, paciente de St. Jude, en el parque.
 

Al igual que cualquier otro paciente, Adam soportó las turbulentas mareas y agitadas oleadas que deben atravesarse en la arrolladora lucha contra el cáncer. Su lucha comenzó a fines de julio de 2014, cuando tenía apenas 16 años y en medio de lo que más tarde él consideraría el mejor verano de su vida. Había hecho una excursión a pie a Alemania con un grupo de jóvenes, se había ido de vacaciones a la playa con su hermana mayor. Se aventuró en una caminata por Carolina del Norte y navegó por un río de aguas rápidas.

Pero, misteriosamente, un día comenzó a sentir un dolor intermitente en las manos, punzante e insoportable. Aunque, en un principio, su familia y sus amigos sospecharon que se trataba de artritis, a Adam le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda (LLA).

Como suele ocurrir con el cáncer infantil, la transformación fue abrupta y traumática. Un día estaba comiendo pizza viendo la puesta del sol sobre el Río Mississippi con un amigo. Y al siguiente, estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos de St. Jude recibiendo quimioterapia mientras los médicos se mostraban desconcertados ante su astronómico recuento de glóbulos blancos.

LLA, el cáncer infantil más común, también se encuentra entre los cánceres con mayor probabilidad de supervivencia. Desde que St. Jude abrió sus puertas en 1962, la tasa de supervivencia de la enfermedad se ha disparado, partiendo de un 4% y llegando hasta el 94% para los pacientes tratados en St. Jude. Aun así, el tratamiento es un proceso prolongado y penoso que suele incluir unos 30 meses de quimioterapia.

La experiencia de Adam fue particularmente difícil. En los comienzos de su tratamiento, sufrió pancreatitis. Los médicos se dieron cuenta de que era alérgico a uno de los principales medicamentos de quimioterapia, lo cual requirió una desviación radical del protocolo establecido para el tratamiento de la LLA.

Si bien ayudaría a salvar la vida de Adam, el nuevo medicamento causó estragos en su sistema inmunológico. Se formó una burbuja de aire en su pecho, y luego, su esófago se bloqueó parcialmente. Durante ocho meses, debió usar una mascarilla para protegerse de cualquier infección.

A pesar de las precauciones tomadas, Adam sufrió varias infecciones por distintos virus que eventualmente le provocaron un shock séptico. De todos los efectos secundarios, o “souvenirs” como los llama con gran pesar su mamá, Connie Cruthirs, el más inquietante fue un episodio de delirio que duró toda una semana.

“Era una cosa tras otra”, dice Connie.

‘Él sabía todo lo que se estaba perdiendo de la vida’

En muchos aspectos, la experiencia de Adam con el cáncer demostró que ser un paciente de más edad tiene ciertas desventajas. Los niños que padecen cáncer siendo muy pequeños aún no han establecido un sentido de normalidad que pueda ser devastado por la enfermedad. No saben lo que se están perdiendo de la vida.

Pero ese no fue el caso de Adam. Como cualquier adolescente, había tenido la oportunidad de saborear la diversión y la aventura que la vida puede ofrecer, solo para que luego se la arrebataran brutalmente.

“Después de su diagnóstico, se volvió un adolescente enojado y aprisionado”, dice Connie. “Él sabía todo lo que se estaba perdiendo de la vida”.

Para colmo de males, la quimioterapia estaba inhibiendo su sistema inmunológico y debilitando sus hormonas en la cima de la pubertad.

Adam, consumido en amargura, no veía solo lo que le estaba sucediendo a él, sino que veía a pacientes más pequeños del hospital, niños por los que había sentido una especie de responsabilidad, sufrir y a veces morir.

 
Adam con su perro Louie.

Adam, en el dormitorio de la universidad con su perro Louie, se está preparando para correr el St. Jude Memphis Marathon el 7 de diciembre

 

Entre ellos, una enérgica luchadora de 9 años llamada Carson con quien había entablado una gran amistad. Solía provocar a Adam con bromas implacables, llamándolo una total “decepción” para St. Jude porque, según su opinión, no era suficientemente valiente y positivo. Carson le obsequió una colección de atractivas correas hechas a mano para su mascarilla, recalcando la importancia de lucir bien incluso cuando se sintiera mal. Cuando Carson falleció en 2015, Adam ayudó a cargar su ataúd en el funeral.

Los incontables traumas que vivenció —físicos, emocionales y mentales— lo afectaron como era de esperar. Adam sufre de depresión, ansiedad, culpa del sobreviviente y trastorno de estrés postraumático. Periódicamente, lucha contra el trastorno afectivo estacional.

A menos de un año de iniciar su tratamiento, Adam y su mamá se dieron cuenta de que algo debía cambiar. El cáncer podría no cobrarse la vida de Adam, pero los tóxicos efectos secundarios como ira, ansiedad y tristeza sí lo harían.

 
 
  1. Adam en el St. Jude Memphis Marathon

    Adam dice que sus esfuerzos de recaudación de fondos están motivados, en parte, por los niños que conoció durante su tratamiento en St. Jude

    Motivado a retribuirle al hospital

    Adam cuenta que sus esfuerzos de recaudación se originaron, en parte, en la necesidad de llenar su tiempo durante el tedioso y molesto tratamiento. “Era una especie de terapia”.

    También estaba siguiendo el ejemplo de otros, entre ellos Carson, que había prometido dejar su alcancía a St. Jude.

    Adam se enteró de que el régimen de quimioterapia alternativo que recibió había llevado los costos totales de su tratamiento a más de $3 millones, pero como ocurre con todas las demás familias de pacientes de St. Jude, la familia de Adam nunca recibió una factura del hospital.

    “La gente invirtió en mí, y eso lo tengo que retribuir”, dice.

    Adam estudió metodología de recaudación de fondos y formó el Ejército de Adam (Adam’s Army) en 2015, con una meta inicial de recaudar $100,000. Los equipos participaron en la Caminata/Carrera de St. Jude, así como en el St. Jude Ride y el St. Jude Marathon, ese mismo año.

    Después de que el Ejército de Adam sobrepasara rápidamente su meta inicial de recaudación, su meta comenzó a subir en forma continua.

    “Lo primero que aprendí sobre la recaudación de fondos es que, cuando alcanzas una meta, tienes que subirla al siguiente nivel”.

    Pero mientras Adam se preparaba para el medio maratón durante el St. Jude Memphis Marathon® Weekend en diciembre de 2015, surgió otro “souvenir” de su tratamiento. Los médicos confirmaron que sus caderas estaban desfiguradas a causa de una necrosis avascular, una aflicción que destruye el hueso por completo.

    En silla de ruedas, y bajo una rigurosa supervisión por parte del personal médico de St. Jude, Adam completó el medio maratón. Cruzó la meta final, tomado del brazo de otros corredores. “Todo el mundo gritaba de emoción. No sé cuántas personas integran el equipo, pero todos fueron testigos de esto”, dice Connie.

    Poco después de la carrera, Adam fue sometido a una cirugía para reconstruir sus caderas. Completó su tratamiento para la leucemia en la primavera de 2017, y permanece en remisión. En un esfuerzo por ayudar a otros pacientes, él habla abiertamente sobre los problemas físicos y emocionales que aún hoy resurgen de vez en cuando.

    Desde que su tratamiento terminó, Adam ha luchado de alguna manera para descubrirse a sí mismo. Durante dos años y medio, fue el chico con cáncer, el que recibía quimioterapia cada dos días.

    A pesar de todos los desafíos que aún le quedan por enfrentar, Adam insiste en que ha encontrado un poco de paz al saber que su misión en la vida es retribuir para ayudar a los demás.

    Por eso, en un día hermoso y soleado, Adam anda trotando por una calle de Memphis.

    Y es por eso que, con cada momento que pasa, esa inmensa ola de cáncer que lo golpeó tan duramente retrocede alejándose cada vez más, dejándolo al sol, con una nueva vida por delante.

    Abraham, paciente de St. Jude, con su mamá.

    El Ejército de Adam Camino al Millón

    Sigue a Adam en su esfuerzo por recaudar los $300,000 que le faltan para cumplir con su misión de recaudar $1 millón para St. Jude Children's Research Hospital.

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