Lazos de esperanza y amor
Jeritza llegó a St. Jude en busca de tratamiento y encontró mucho más: una comunidad que la acompañó en cada paso y que continúa apoyándola.
4 de diciembre de 2025 • 1 mínimo
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Yeremi toma el teléfono justo a tiempo para contestar la llamada.
De fondo, se escuchan las risas incontrolables de dos niños que corretean por el jardín de su casa. Son sus hijos, Jeritza y Yetzael, lanzándose almohadones entre juegos.
“¡Bajen la voz!”, les dice con dulzura.
Jeritza, la mayor, la mira, sonríe y vuelve a lanzarle un cojín a su hermano, como si ese gesto fuera parte de su lenguaje secreto de amor.
La pequeña sabe muy bien cómo ganarse la atención de su madre. “Lo hace con cada sonrisa que me da y con cada palabra que me dice”, contó Yeremi. “Todos los días se me acerca para darme un beso y me dice, ‘mami, te amo’”.
Extrovertida, genuina y muy amigable, Jeritza ha sido una fuente de inspiración para su familia. “Ella me ha enseñado a ser fuerte, mientras yo trato de animarla cuando tiene días difíciles”, dice su mamá.
Ese vínculo se fortaleció aún más en abril de 2024, cuando Jeritza comenzó a presentar problemas de salud que inquietaron a toda la familia. En República Dominicana, su país de origen, los médicos detectaron una protuberancia en su hígado, así como otros tumores en sus pulmones.
El diagnóstico: hepatoblastoma en etapa 4, un tipo de cáncer de hígado poco común que afecta principalmente a bebés y niños menores de 3 años. El hepatoblastoma es el tipo de cáncer de hígado más común en la infancia. Jeritza recibió su diagnóstico unos meses antes de cumplir 4 años.
Yeremi recordó que, en República Dominicana, sus doctores le dieron solo un 50% de probabilidad de sobrevivir.
"Estaba en negación; no quería enfrentar la verdad. Luego me volqué por completo a investigar, a informarme todo lo que pudiera, porque sabía que tendríamos que mover cielo, mar y tierra, hacer lo que fuera necesario para salvar a mi hija", dijo Jesús, el padre de Jeritza.
Comenzó la quimioterapia cerca de su hogar, pero pasados unos seis meses, el tumor de Jeritza comenzó a presionarle algunos de sus principales vasos sanguíneos, lo que hacía imposible realizar una cirugía en ese momento. Sin la extirpación quirúrgica del tumor, no había posibilidad de una posible cura. La oncóloga de Jeritza la refirió a St. Jude Children’s Research Hospital® en Memphis, Tennessee.
Al llegar a St. Jude, Jeritza inició su tratamiento y Yeremi encontró la esperanza que tanto necesitaba.
El equipo médico de St. Jude planificó tratar el tumor con radioterapia para intentar reducirlo y separarlo de los vasos sanguíneos, lo cual facilitaría su extirpación.
Durante los primeros días, Yeremi recordó que la niña estaba muy inquieta y triste. “Pero el equipo psicosocial de St. Jude nos ayudó mucho a las dos. Recibimos una serie de servicios y un apoyo extraordinario que nunca nos imaginamos encontrar”, dijo.
Asimismo, dijo sentirse respaldada en todo momento por los doctores de St. Jude. “Me aseguraron que buscarían todas las maneras de salvarle su hígado”, recuerda Yeremi.
“Y así lo hicieron”.
Después de recibir un tipo específico de radioterapia llamada Y-90, junto con quimioterapia adicional, Jeritza pudo someterse a una cirugía para extirpar el tejido tumoral restante.
En agosto de 2025, ya había completado su tratamiento y estaba de regreso en casa junto a su hermano menor, Yetzael, quien la esperaba con ansias.
“Él la apoya en todo, es su persona favorita. Si tenemos que regañar a Jeritza por algún motivo, él viene corriendo y la abraza para consolarla”, cuenta su mamá enternecida por el vínculo entre sus hijos, a pesar de haber estado separados durante el tratamiento.
La familia extensa también ha sido parte fundamental de esta nueva etapa. Los fines de semana, visitan a los abuelos y tíos, y Jeritza disfruta al máximo compartiendo con sus primos, bañándose en la piscina y brincando sin parar. “¡Se ha vuelto muy enérgica, no deja de moverse!”, dijo Yeremi entre risas.
Cada tres meses, Jeritza recibe seguimiento en su país, realizándose imágenes médicas y pruebas de laboratorio para monitorear su estado de salud, confirmando que sigue libre de la enfermedad.
“No hay palabras, solo agradecimiento con St. Jude porque me dio paz, tranquilidad y me hizo sentir en casa, con su gente, con sus doctores. St. Jude lo es todo”.
Amigas inseparables
A lo largo de siete meses, Jeritza y su mamá se alojaron en The Domino’s Village, una de las residencias que ofrece St. Jude para pacientes y sus seres queridos que están lejos de casa durante el tratamiento. Las familias nunca reciben una factura de St. Jude por tratamiento, transporte, hospedaje ni alimentación — para que así puedan enfocarse en ayudar a sus hijos a vivir.
Una vez instalada en su hogar temporal, a la niña no le tomó mucho tiempo hacer amistades.
De hecho, al preguntarle por su experiencia en Memphis, Jeritza cuenta muy animada las historias de las muchas amigas que hizo: las enfermeras, maestras y las conductoras de los autobuses de St. Jude que la transportaban al hospital.
Pero hubo una en especial con quien creó un vínculo muy especial.
Se trataba de otra paciente hispana, también de 4 años de edad, originaria de Ecuador. Rápidamente, se volvieron inseparables.
“Hacían pijamadas y se ponían a elegir ropa del armario para vestirse igual. No eran solo amigas, eran hermanas unidas por el mismo proceso que estaban viviendo”, dijo Yeremi.
También se acompañaban a la hora de tomar clases junto a otros niños en Imagine Academy by Chili’s, el programa escolar de St. Jude que ayuda a los pacientes a continuar su educación mientras reciben tratamiento.
Aunque ya no están en la misma ciudad, las niñas siguen en contacto por videollamadas. Las madres también se hicieron muy cercanas, por lo que suelen llamarse y hablar por horas. Mientras, las niñas a veces solo se marcan para decirse “hola” y “te extraño”, todo en menos de un minuto.
En una de esas llamadas, según Yeremi, su amiga le confesó: “Jeritza, yo lloré cuando tú te fuiste”, a lo que ella respondió con la inocencia que la caracteriza: “Tranquila, que yo voy a verte mañana”.