Un lema familiar para enfrentar cualquier desafío
Tres palabras se convirtieron en el motor que impulsó a Luis Carlos a seguir adelante durante su tratamiento en St. Jude, apoyado de sus seres queridos.
20 de noviembre de 2025 • 1 mínimo
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Luis Carlos es el tipo de adolescente que siempre encuentra una razón para sonreír, incluso en los momentos más difíciles. Su buen sentido del humor brilla ante cada desafío.
Sus padres, María y Luis, lo describen como ingenioso, pero también tierno y atento, con un fuerte lazo familiar.
“Le gusta compartir con nosotros y ayudarme en casa, incluso con sus dos hermanas”, dijo su madre, María. “Es muy amoroso y tiene muchas ganas de vivir”.
A sus 14 años, Luis también es capaz de hablar de temas profundos e inspirar a otros con su historia, luego de haber aprendido el valor de vivir plenamente desde muy joven.
Su aprecio por la vida tomó un nuevo significado cuando, tras experimentar dolores de cabeza con frecuencia, comenzó a presentar síntomas cada vez más intensos, como vértigo, mareos y vómitos. Después de varios exámenes médicos y una resonancia magnética realizada el día después de Halloween, recibió el diagnóstico de un tumor cerebral que más tarde fue confirmado como meduloblastoma.
María recuerda que, desde el momento en que recibieron la noticia, todo sucedió muy rápido. “Todo parecía irreal”, dijo.
Poco después, Luis ya tenía una cita para extirparle el tumor.
Entre la confusión y el miedo, la familia adoptó un lema que los guió a través de todo el proceso. "¿Qué quisieras inspirar?", le preguntó María a su hijo antes de su cirugía. Luis eligió “fe, coraje y fortaleza”.
Desde entonces, María explicó que siempre han elegido esas tres palabras como lema, ya que es exactamente lo que quieren inspirar.
Queriendo tener siempre presentes esas palabras, la familia convirtió su lema en algo que pudieran llevar consigo.
El papá de Luis Carlos relató que fue la inspiración detrás de unas pulseras que hicieron para recordarse, en los momentos difíciles, que tenían la fuerza para seguir adelante.
Luis Carlos incorporó su color favorito, el rojo, como un toque personal que refleja su personalidad.
“A veces nos falta algo, pero la fe que necesitábamos para creer que todo iba a estar bien, el valor y la fuerza para seguir enfrentando los momentos más duros, fue fácil tenerlos con él, porque él los mostraba y los sigue mostrando cada día”, dijo su papá.
Tras la operación para extirparle el tumor, a Luis Carlos lo refirieron a St. Jude Children’s Research Hospital®, donde continuó su tratamiento. En St. Jude, recibió quimioterapia y radioterapia con haz de protones.
En ese periodo, su habitación en el hospital de investigación estaba siempre repleta de coloridas piezas de Lego. Pasaba horas construyendo mundos imaginarios que le brindaban consuelo y diversión, mientras su familia le ofrecía amor y apoyo.
“Yo estaba embarazada de mi tercera hija en ese momento y él quería reconfortarme cuando era yo quien debía de reconfortarlo. Todo el tiempo mantuvo su fortaleza y valentía y estaba al pendiente del resto de la familia”, dijo su madre.
Durante el tratamiento, uno de los momentos más conmovedores para sus padres fue cuando Luis nombró a su hermana menor, Nova Grace. Se inspiró en el término astronómico “supernova”, que ocurre cuando una estrella tiene una gran explosión y, por un breve momento, brilla más que toda una galaxia.
"Cuando hacen explosión salen destellos de luz y colores", explicó María con una sonrisa.
Luis Carlos también vivió momentos de profunda reflexión durante el tratamiento. Su mamá contó que su hijo es muy consciente de que sus días de inocencia infantil terminaron de forma abrupta con la llegada del diagnóstico.
"Llegó a pensar que su infancia se había ido en un momento dado", recordó María sobre el primer aniversario del diagnóstico, cuando Luis estaba a punto de celebrar Halloween en St. Jude.
A pesar del dolor y las limitaciones que implicó recibir tratamiento por un tumor cerebral canceroso, Luis Carlos nunca perdió su pasión por los deportes, en especial por el béisbol. Antes de su diagnóstico, jugaba en una liga local. Según contó su mamá, al terminar el tratamiento decidió volver poco a poco al campo de juego, empezando por practicar en las jaulas de bateo y en casa de su abuelo. En el otoño de 2024, estaba libre de la enfermedad y pudo volver a jugar con otros niños.
Luis Carlos se siente orgulloso de sus raíces hispanas, y encontró consuelo en los pequeños detalles que le recordaban quién era fuera del hospital. María recordó con una mezcla de ternura y humor una de las pocas cosas que siempre lograban levantarle el ánimo durante el tratamiento: los tacos. “Es un cliché”, dijo entre risas, “pero cuando no lográbamos que comiera, los tacos de carne eran la solución”.
Ese sentido de identidad también se reflejaba de otras maneras. “Antes de que nos diéramos cuenta, ya tenía un guante de béisbol con la bandera de México por dentro. Escuchaba algunas canciones en español: ‘Mi Gente’ de J Balvin y Willy William, y ‘Danza Kuduro’ de Don Omar. Eran los temas principales en su lista de reproducción, y las ponía una y otra vez”, dijo su papá.
Hoy en día, Luis Carlos regresa a St. Jude cada tres meses para sus chequeos.
Ya volvió a la escuela a tiempo completo y, según María, “lo está disfrutando muchísimo”. Se encuentra cursando noveno grado y también se ha involucrado más en su iglesia.
Mirando hacia el futuro, Luis Carlos sueña con jugar para la Universidad de Misisipi, y ya dio un gran paso en esa dirección: logró entrar al equipo de béisbol de su escuela secundaria.
“Nos llena de orgullo verlo avanzar, y lo apoyamos en todo lo que su corazón desea”, dijo su mamá.
Luis Carlos sigue haciendo ejercicio en casa, aplicando lo que aprendió durante la terapia. Sus hermanas a menudo se le unen, colgándose de la barra para imitarlo, mientras él las anima con una sonrisa.
Entre sus aspiraciones también están convertirse en animador, diseñador gráfico y tener su propio negocio.
Pero, sobre todo, su mayor deseo es tener una vida saludable.