En abril de 1993, me diagnosticaron leucemia mieloide crónica (LMC), un tipo de cáncer infantil poco frecuente. Mis médicos le dijeron a mi familia que solo me quedaban 3 meses de vida. Fuimos al St. Jude Children’s Research Hospital, donde recibí quimioterapia y radioterapia. Por suerte, mi hermano menor era totalmente compatible para un trasplante de médula ósea, que me realizaron en julio de 1993. Tras 10 años, me dijeron que estaba curada y mi miedo a una recaída se desvaneció.
Tras 20 años, me inscribí en el estudio St. Jude LIFE, que ayuda a los sobrevivientes de cáncer a comprender los efectos a largo plazo del tratamiento. Aprendí que tenía que hacerme cargo de mi salud. Empecé a defender mis intereses compartiendo con mis médicos el plan de atención del sobreviviente que me proporcionó el equipo de St. Jude LIFE.
Ahora vivo en Chicago y acudo regularmente al médico para controlar mi salud. También he buscado ayuda para el trastorno de estrés postraumático derivado de mi experiencia con el cáncer infantil. Aunque algunas de las noticias que he recibido han sido duras, estoy agradecida de estar viva y seguir sin cáncer.
He aprendido que, como sobrevivientes, debemos alzar la voz por nuestra salud. Confío en mi instinto, hago preguntas y escucho a mi cuerpo. Gracias a los avances médicos, los tratamientos contra el cáncer han mejorado. Además, con programas como St. Jude LIFE, tenemos la seguridad de que se seguirán haciendo esfuerzos para estudiar los efectos a largo plazo.
Ahora vivo la vida plenamente, tachando cosas de mi lista de deseos, como hacer puenting en Nueva Zelanda, paracaidismo en Montauk y parapente en San Diego. Camino junto a otros sobrevivientes, sabiendo que no estoy sola. Si puedo vencer al cáncer, puedo hacer cualquier cosa. Soy fuerte y vivo la vida según mis propios términos.
Darshana Magan, sobreviviente de cáncer infantil
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