Como padres, sentimos un deseo profundo de curar la enfermedad de nuestros hijos; anhelamos verlos sanos y sin sufrimiento. También reconocemos la necesidad de ofrecerles una vida lo más normal posible dentro de las circunstancias que enfrentamos. Queremos recibir el respaldo del equipo de atención médica y colaborar con el personal para ofrecer a nuestros hijos enfermos la mejor calidad de vida posible.
Es fundamental que el equipo de atención médica acompañe con sensibilidad y comprensión a nuestros hijos enfermos en cada etapa del proceso, desde el diagnóstico inicial hasta la recuperación o, en algunos casos, el fallecimiento y el proceso de duelo. La atención médica es más efectiva cuando se adapta a las necesidades particulares de cada niño y su familia, y cuando se alinea con lo que nosotros, como familia, consideramos más importante. Esto puede implicar atender las necesidades emocionales de los padres y hermanos, así como brindar respaldo a la dimensión espiritual y a los valores personales o culturales de la familia.
Los proveedores de atención médica que participan en el cuidado de nuestros hijos deben estar bien capacitados en el tratamiento curativo, y también deben contar con los conocimientos necesarios para apoyar a las familias en el proceso de decidir ante un pronóstico con baja probabilidad de recuperación.