Parte de la belleza de Vida infantil es no tener un día “típico” y ser flexible es una característica esencial. Mi día variará dependiendo de las necesidades de mis pacientes y sus familias que surjan ese día. Por lo general, recopilo un censo de los pacientes que acuden a mi unidad. Varias veces a la semana, asisto a las rondas médicas por la mañana para hablar con el personal sobre los objetivos de los pacientes y preguntarles sobre el curso de su tratamiento o el motivo de su ingreso.
Después de acceder a un censo completo, empiezo a organizar mi día. Puedo reconocer en mi censo a pacientes habituales que sé que necesitan un seguimiento de contactos anteriores o a pacientes nuevos a los que tengo que conocer y evaluar por primera vez. También tengo en cuenta su estado médico, su edad de desarrollo o sus dificultades conocidas para poder priorizar a qué pacientes atender primero. Además, tengo la capacidad de concertar citas con los pacientes y sus familias e incorporarlas a mi jornada. Una vez en la unidad, la jornada comienza a tomar forma a medida que sigo evaluando a los pacientes con los que entro en contacto y proporcionando las intervenciones correspondientes.
Las intervenciones pueden incluir enseñanza diagnóstica, preparación quirúrgica, actividades de juego expresivo, juego médico, apoyo en el duelo, técnicas para tomar medicamentos, apoyo a los hermanos o apoyo en los procedimientos. Es a partir de allí que se equilibran las responsabilidades administrativas y de programación adicionales con la atención al paciente, tales como: tiempo en grupo, preparación de la sala de juegos, dirección de voluntarios, asistencia a reuniones de comités multidisciplinarios e interdepartamentales y elaboración de gráficos.
– Un especialista en vida infantil de St. Jude